1.11.08

TROMPETEAR HASTA ATONTAR


TROMPETEAR HASTA ATONTAR

 

 

La tontería, en cualquiera de sus orígenes, es un efecto secundario de la inteligencia en estado humano. Nuestra inteligencia, si tiene alguna misión, es liberarnos de los automatismos del instinto, entender qué conviene y qué no y ver mejor el mundo: no lo que está ante los ojos sino lo que estará después, previsiblemente. Prever. Ver con otros ojos que no asoman a la cara.

 

Sólo una inteligencia de hombre puede tontear, es decir, ignorar el instinto y la urgencia. Si a un animal, al que sea, se le hace un gran ruido bajo el rabo, por sorpresa, huirá y el peso de las operaciones lo llevará el instinto. Al hombre, en cambio, puede sucederle la huída y, también lo contrario: la parálisis, mientras la inteligencia, tan curiosa, trata de  analizar qué ruido ha sido ese y si puede constituir un peligro. Ese es el tonto: el que sufre un cortocircuito del análisis y se queda quieto, inerme, preguntándose qué pasa, o sea, no entendiendo nada.

 

Esto quiere decir que, desde que apuntó la inteligencia, en el alba de la inteligencia, hubo tontos. Los unos, temporales. Los otros, fijos. Pero es más instructivo explicarlo de otro modo: El primer hombre que sobrevivió, tras partirle un rayo, fue el primer tonto. El primer “atónito” supervivinte y, como consecuencia, quedó aturdido. Ese aturdimiento, que tiene algo de bovino, se transformó entre nosotros en “tonto.”

 

Tonto es el ser atónito. ¿Y por qué esa “atonía”, falta de tono. Porque no es el rayo sino el trueno,: el tronido, el retumbo, deja al hombre sordo. O medianamente sordo, o sea, atónito. ¿Acaso nadie sabe por qué los ejércitos, desde lo remoto, andaban con tambores y bombos, de donde bomba viene? Porque la característica del que está teniente es, justamente, no entender o no acabar de entender.

 

Y entonces es cuando llegamos al socialismo moderno y su fórmula de poder mediante la distracción, es decir, mediante las técnicas para que nadie “acabe de entender” lo que está pasando, como si nos hubiera partido un rayo con trueno de cincuenta kilotoneladas. Basta con imaginar a  alguien que se esté quejando de que le has dado un duro de menos, al que se le señala al cielo y se le dice: “Anda, una vaca que vuela.”

 

Pues lo mismo, pero a gran escala, y si en lugar de vaca es un trasatlántico, mejor: se ha de distraer con cosas gordas. Desde la sagrada transición acá, hemos visto miles de ejemplos, pero nos basta un botón: el personal se inquieta: es una crisis económica. No, chicos, no, es una desaceleración por culpa de los americanos. La gente, obediente, mira a los americanos y no a la crisis, y de los americanos ve al señor Bush una vez pasado por los insultos y burlas de nuestro “staff” y esas fotos en que sostiene el teléfono del revés. Además, tiene las culpas de la cosa del petróleo.

 

Cuando la crisis queda demostrada, sólo ha pasado que hemos mirado a Bush y que nos han suministrado seguridades de que gana mister Obama, que es negro y  progresista, o sea, casi como si fuera socialista de la zapaterada, pero que el hombre tiene un nombre como para confundirse con Osama ben Laden, mal asunto.

 

Pero el personal parece que se recupera y vuelve a las preguntas: ¿Y por qué tenemos ahora que la desaceleración se nos ha vuelto crisis y dicen que recesión?  Chicos, esto es una especie de sinergia, pero en negativo. Una norma económica sobre la que no podemos influir, porque la han hecho en Wall Street, que no es territorio español y nuestro Garzón no puede hincarle el diente.

 

¿Qué hay más grande que España y que capte la atención? Pues Europa y algunos trozos del mundo.  La Vice María Teresa y las terminales mediáticas se ponen en marcha y ganan de nuevo: No hay por qué preocuparse: Francia, Alemania, Italia, Inglaterra, Canadá, Usa, todos tienen crisis y algunas recesión. Pobres. Menos mal que nosotros estamos reduciendo la inflación y ya no tenemos burbuja inmobiliaria. O sea, con dos cojones.

 

Estos sucesivos estampidos, o el rayo que no cesa, ensordecen y enceguecen. Y el método es el que se emplea con el niño: Mira, una vaca que vuela. Mira y, mientras lo hace, se olvida de la pedrada que le dieron en el colodrillo.

 

Juntos, los hombres nos retraemos a la infancia. Las masas miran adonde quieren los que hablan por el megáfono. La tele, si es insistente y obedece las consignas,  da información de masas: no nos distingue ni por tamaño ni por peso ni por talla de sombrero o boina, porque la información es la gran herramienta de la masificación y la masificación es la modernidad, o sea, cuando todos dicen ¡jo! Y “no se si me entiendes.”

 

Lo que menos cuenta en estos asuntos es la verdad. Son cosas técnicas y bien probadas para manejar a las personas sin necesidad de perros pastores. Y eso es el socialismo moderno aquí: una información dominada y bien organizada. No es otra cosa. Ni ideas, ni proyectos ni progreso necesario. Sólo los ministros y las locutoras diciendo lo que se debe para la misión evolucionista de todo ser vivo: Sobrevivir y trincar.

 

Eso se cura con dieta, claro está, pero ¿quién volverá a leer los libros que no leyó a tiempo, o a estudiar la teoría y práctica de la ocarina, que da muchas satisfacciones? Nos tienen atrapados, de puro atónitos, de puro sordos. De puro crédulos y  sin instinto.

 

¡Y que aún pagamos menos impuestos que en el resto de Europa, Patria querida! ¿No será porque cobramos menos y no por la bondad de los que andan financiando a la banca para no perder sus ahorrillos?

 

Arturo ROBSY

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Y una oración, por caridad, para Ramiro Ledesma Ramos, asesinado en Aravaca un primero de Noviembre.